Andrea con apenas cinco años estaba ansiosa por disfrutar de su primera noche de Brujas, su hermana mayor le había contado que podía ser lo que deseara, saldrían de noche y la gente les regalaría tantos dulces que no se terminarían en meses. Con estos antecedentes la niña contaba las horas y apresuraba a su madre con el disfraz de hada para poder emprender su gran aventura.
La noche tan deseada por fin llegó, junto a su hermana mayor, de nueve años y sus padres detrás, comenzó por el barrio a pedir dulces con la frase de batalla «Dulce o Truco», se asustaba un poco al ver los disfraces de los niños mayores, que eran más aterradores, monstruos, muertos vivientes, gente herida, vampiros, etc. Una gran gama de criaturas salidas de las peores películas de horror o pesadillas.
Después de que su padre le mostrara que todo aquello no era más que disfraces como el suyo, que debajo de ellos estaban algunos de sus amigos continuó su recorrido. Apenas llevaba una calle para cuando su canasta se había llenado, su madre vaciaba el contenido en una bolsa y así Andrea iniciaba la recolección de nuevo.
Al llegar a su casa, la pequeña se encerró en la habitación, con todos sus dulces alrededor, no encontraba por cual comenzar, comió y comió cuanto pudo, estando tan entretenida en ello que no pudo notar que flotaba algo que se podía ver a través de la ventana. Parecía ser una viejecilla, de largas ropas negras, con la cara muy arrugada, tan reseca como la tierra de sequia, su fea nariz colgaba en su cara como un pedazo de trapo viejo, las pobladas cejas sobre sus blancos y fibrosos ojos le daban un aspecto de maldad desmedida, su macabra sonrisa dejaba ver solo un par de dientes podridos, y las enormes verrugas de su cara eran poco visibles entre el aliento verde que exhalaba.
La viejecilla miraba a la niña con un deseo constante, se saboreaba, lamiendo sus labios con aquella lengua que parecía de piedra, se acerco a la ventana para tocar suavemente con sus afiladas y oscuras uñas, la niña se impresionó al verla, pero recordando lo que su padre le había dicho de los disfraces se dirigió a la viejecilla –Tu disfraz es muy feo, ¿ganaste muchos dulces con eso?- a lo que la figura flotante respondió –Tengo muchos y de los mejores, ¿Intercambiamos?- de manera perversa sonreía mientras le mostraba a la pequeña una bolsa llena de sus golosinas preferidas.
Andrea la invitó entonces a pasar, sentadas las dos frente a frente la niña dijo – ¿Y qué es lo que vas a querer?, los ojos de la viejecilla brillaron de triunfo, se levantó de súbito de su lugar, para clavarle las feas uñas que semejaban garras a las ropas de la pequeña, inmovilizándola contra el suelo, mientras metía una manzana en su boca para callar sus gritos le respondió –Jugaremos a morder la manzana y después comeré mi golosina favorita-. Transcurridos unos minutos, la viejecilla mordió a la niña una y otra vez, y con cada bocado, su seca piel se volvía más tersa, hurgando entre las carnes de la pequeña le robó hasta el último aliento.
La Primera noche de Brujas
Sin poder recuperar aun su buena apariencia, voló por la ventana en busca de una golosina más… no hay que olvidar que como su nombre lo dice «Noche de Brujas», es una celebración para que ellas se diviertan y ¡se den un festin!