Era la moda en aquellos lejanos años del Paraguay, entre la clase adinerada.
En esta Dama se ciño la tragedia muy joven, a los veintidós años.
Para el que le guste leer la historia del país, sin entrar el polémicas, de lo que fue un terrible caso de abuso de poder, y sobre todo una admirable demostración de fidelidad al ser amado.
Es la historia de Juliana Ynsfrán de Martínez, asesinada durante la Guerra de la Triple Alianza por orden del Mariscal López.
Juliana Ynsfrán nació en Villarrica, en 1846.
Era sobrina de Carlos Antonio López (él era López Ynsfrán), y por ende prima hermana del Mariscal Francisco Solano López.
Se casó con Francisco Martínez, que durante la guerra llegó a ascender hasta el grado de coronel.
En marzo de 1868, López abandonó la estratégica fortaleza de Humaitá, y exigió al coronel Paulino Alén que aguantara en Humaitá durante los meses siguientes.
Alén, ante la presión simultánea del enemigo superior en números y del hambre que se volvía cada vez peor, se pegó un tiro.
Paulino Alén fracasó en su intento, sobrevivió, aunque quedó en muy mal estado, fue evacuado y más tarde fusilado por «traidor».
Entonces, quedó al mando de Humaitá el coronel Martínez, el esposo de Juliana.
El 24 de julio de 1868, Martínez aprovechó que era el cumpleaños del Mariscal (fiesta nacional) mandó hacer sonar fuerte la banda musical y fingir que la celebraban; mientras cruzaba en canoas a sus tropas y a muchas mujeres, a un lugar al otro lado del río llamado Isla Po’i.
Los combates en Isla Po’i, fueron impresionantes.
Se cruzaba una laguna en canoas, para depositar mujeres y heridos en la otra orilla, para que pudieran escapar, y se volvía a cruzar para trasladar más gente.
En cada cruce había peleas mano a mano con argentinos en canoas.
Los argentinos recibían refuerzos y los paraguayos tuvieron que pelear, más o menos 10 contra 1.
Martínez y sus hombres morían de hambre, hasta se comieron las correas de cuero de sus fusiles.
Aún así, recibieron 2 intimaciones de rendición, y los muy bravos las rechazaron.
Aguantaron así ¡durante 11 días!
Hasta que finalmente los argentinos probaron invitarles a rendirse a través de un sacerdote.
El cura, que se acercó con una cruz alzada en sus manos, los convenció.
El coronel Martínez, se rindió, pero antes puso la condición de que se trate bien a los 1.300 hombres que le quedaban, y que no se los obligue a pelear contra su país (como ya habían hecho los argentinos con otros prisioneros).
El jefe de las fuerzas argentinas que pelearon en Isla Po’i, el coronel Rivas, se quedó conmocionado ante la bravura y sacrificio de Martínez y los suyos.
Abrazó a Martínez, le regaló su poncho, dijo que eran los hombres más valientes con los que había luchado, y cumplió el trato.
Pero al Mariscal López le importó poco la épica resistencia de Martínez, y le importó mucho la parte de la rendición.
Entonces declaró traidor al coronel Martínez, y mandó apresar a Juliana.
Le pidió que declarara públicamente en contra del marido por su tradición y lo escrache.
Pedirle a las esposas que escrachen a sus maridos cuando se rendían, era una práctica común del gobierno paraguayo (o sea de López).
Se conservan aún muchísimos de estos escraches en las ediciones de El Semanario, uno de los periódicos oficiales.
Pero este caso fue diferente. Juliana sabía que su esposo no era un traidor, y no estaba dispuesta a convertirse ella en una traidora a su pareja, mintiendo sobre él para darle el gusto a su primo.
Y fue allí cuando la situación se le complicó.
Le iniciaron un proceso judicial por supuestamente formar parte de una gran conspiración, que estaba siendo juzgada en el campamento de San Fernando a orillas del río Tebicuary.
Allí fueron perseguidos jueces, ministros, generales, incluso los hermanos y hermanas de López.
Como una y otra vez se declaraba inocente y repetía que su esposo no era un traidor, intentaron quebrarla física y psicológicamente.
Generalmente las víctimas «confesaban», la primera vez que se les aplicaba el cepo uruguayana. Juliana pasó por eso 6 veces.
Y aún así, Juliana dijo siempre la verdad, y se negó a traicionar a Francisco, a pesar del dolor, a pesar de que él estaba a salvo.
A todos los horrores que ya había sufrido, se le sumó otro más. Su primo hizo que fuera violada por un «negro muy fornido».
Así estuvo por meses, humillada y hecha pedazos.
Hasta que en la mañana del 21 de diciembre, antes de que empiezara la batalla que López creyó sería la final (Itá Yvaté), fue fusilada con otros condenados, entre ellos su suegra, un cuñado de López, el canciller, el obispo Palacios, etc.
Por supuesto que después, el coronel Francisco Martínez al enterarse de esto, se volvió un gran detractor de López.
Antes había sido muy cercano a él. Fue su ayudante en la única conferencia de paz que tuvo con el presidente argentino, Mitre.
Juliana era amiga de Madame Lynch
Por este notable ejemplo de carácter y sacrificio, años después el Dr. Cecilio Báez se referiría a Juliana como «la heroína del dolor».
Y así, hace más de 150 años, terminó tan tristemente la historia de Juliana Ynsfrán de Martínez.
Narración de Enrique Cosp.